Ingenio mexicano sobre los que votaron

Como decía Don Hermenegildo Torres, creador del PUP (Partido Único de Pendejos), “La palabra pendejo es maravillosa, a todos nos queda a la medida, ser pendejo no es cuestión de nacionalidad, posición económica, género ni creencias, todos hemos sido o seremos pendejos, sólo es cuestión de tiempo, lugar y circunstancia”.

Basado en esa acepción, me permito poner esa palabrita en este listado de aplicaciones: 

El mercado de productos que te hacen bajar de peso, sin dejar de comer como marrano y sin hacer ejercicio, vale más de 150 mil millones de dólares. Los compradores sólo tienen que tener tres características: ser gordos, ser flojos… y ser pendejos.

Los narcotraficantes son los hombres más ricos y poderosos del mundo. Lo increíble es que lo han logrado vendiendo productos que te hacen terminar en el hospital, en la cárcel o muerto. ¿Y a quién se la venden? A millones de personas que sólo tienen que ser: débiles, acomplejados… y pendejos.

Kim Kardashian lanzó al mercado su línea de cosméticos, obviamente igual de vulgarcitos que ella, pero carísimos. Su mercado es el de las mujeres que quieren ser igual de fatuas que la familia Kardashian, y con esa promesa, ha ganado ya millones de dólares vendiendo sus pinturitas. Encontró las compradoras perfectas: acomplejadas, ricas… y pendejas.

Los vendedores de milagrosas curas de enfermedades, a través de vibraciones, mensajes mentales, brujerías y maravillosos ungüentos, venden miles de millones de artilugios que no sirven para nada. Los compradores sólo tienen que ser: enfermos, crédulos… y pendejos.

Trump, ganó la presidencia de USA, ganándose a los desempleados, veteranos de guerra sin trabajo, fanáticos patriotas y a fanáticos religiosos; es decir, a los gringos resentidos, con poca preparación, desempleados… y pendejos.

Y en México, desde hace unos meses, tenemos un nuevo pastor de secta, que ha logrado convencer a millones de paisanos que él es quien los va a sacar de la miseria y el abandono regalándoles dinero… pero poquito.
¿Y qué se necesita para creer en esa estupidez? Ser resentido, creer que existen políticos de buena fe, ser flojo, tener envidia de los exitosos… y ser muuuy pendejo.

Las promesas basadas en la nada, cuando no se cumplen, crean un rebote de repudio.

Ojalá que estos paisanos nuestros se den cuenta lo más pronto posible y todavía estemos a tiempo de echar reversa a todas sus estupideces.

Esto de la venta de ilusiones, es uno de los mejores negocios creados por el hombre. Y es un fenómeno sociológico que deberían de analizar y enseñar en las universidades.

En cada universidad debería haber un Doctorado en “El increíble negocio de convencer a los pendejos”.

Alberto Martínez Vara

Por: Edición 10
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