Migración y Covid-19: repercusiones en México y América Latina

A cuatro años de haberse declarado, la pandemia por covid-19 ha causado cambios extraordinarios en la movilidad humana regional y en las políticas migratorias de Estados Unidos y México. La migración y refugio –de tránsito por México y originada desde nuestro país– experimentaron un crecimiento sin precedente modificando el perfil social de las poblaciones en movimiento. Paralelamente las políticas migratorias fortalecieron su rol de contención, abriendo pequeños espacios para la protección de personas, pero en esencia volviendo más compleja la asistencia humanitaria y frecuente la violación de derechos humanos.

Para la movilidad humana regional, la pandemia detonó nuevos y ampliados flujos migrantes y, sobre todo, de solicitantes de refugio. Para las políticas migratorias la pandemia se convirtió en argumento para implementar fuertes medidas de contención, al final desbordadas por la enorme escala de las poblaciones en movimiento.

Debido a las dimensiones y características de los cambios causados en los procesos migratorios, el escenario poscovid distingue a una época de otra. No fueron simples giros, sino profundas transiciones que separan al tiempo previo a la pandemia, en relación con años recientes.

Además de los severos costos en la salud de millones de personas y en servicios públicos y privados en la materia, la pandemia tuvo negativas consecuencias en múltiples ámbitos sociales a lo largo del mundo. Para comenzar, sobre la economía –al dictarse la no movilidad social para evitar contagios– afectando el empleo e ingreso de las familias y causando la desaparición de miles de unidades económicas. Las mismas restricciones paralizaron, redujeron o eliminaron capacidades de los gobiernos, generando escenarios sociales de ampliada desprotección. En cada país con sus particularidades, respectiva escala y, sobre todo, con diferenciadas capacidades de reconstrucción una vez controlada la emergencia de salud.

Las disrupciones sociales detonadas por la pandemia, como pueden describirse sus impactos, ocurrieron sobre sociedades con diferentes niveles de resiliencia en función del desarrollo de los países. No son lo mismo las capacidades sociales y gubernamentales en Estados Unidos o Dinamarca que en México, Honduras o Cuba, por citar ejemplos contrastantes. 

En países con instituciones y sociedades con vulnerabilidades previas, los efectos de la pandemia fueron particularmente severos y con posibilidades limitadas para la reconstitución. La pandemia intensificó remolinos prexistentes en entornos deteriorados, afectando más las condiciones y calidad de vida de las personas. Dicho de manera extrema: lo que estaba mal, caminó hacia peor; lo que era peor, se inclinó hacia lo catastrófico.

Para muchos países, México incluido, la pandemia articuló y aceleró deterioros previos, operando como un torbellino que agita todos los espacios. Entre las repercusiones impulsadas –o abiertamente forzadas– se encuentran la migración y la búsqueda de refugio. Justamente, la movilidad humana con perfil de refugio destaca como la consecuencia de mayor dimensión y socialmente más grave entre las repercusiones de la pandemia: el refugio tiende a dominar entre las movilidades humanas que repuntaron a mediados de 2020 y hasta la fecha.

Los reportes de la autoridad migratoria de Estados Unidos sobre “encuentros” con extranjeros en la frontera con México –personas intentando cruce irregular o solicitando asilo– es un observatorio sobre el potente crecimiento de la movilidad humana continental y de otras partes del mundo. Cifras que rondaban los 50 mil “encuentros” mensuales entre 2017 y 2018, ascendieron hasta más de 300 mil en diciembre de 2024.

Los países del norte de Centroamérica –Guatemala, Honduras y El Salvador– entre finales de 2017 y enero de 2024 duplicaron la escala de su flujo hacia Estados Unidos, evidentemente transitando por México: de una tendencia inicial de 24 mil eventos, alcanzaron algo más de 50 mil mensuales. Para estos países el periodo poscovid generó un incremento sustancial de su población en movimiento.  No obstante, proporcionalmente pasaron de configurar algo más de 50% del total de “encuentros” a menos de 20 por ciento. Es decir, otros flujos crecieron mucho más en términos absolutos y relativos. 

El caso de México es emblemático de sociedades con intensa disrupción poscovid, después de más de una década con estabilidad y movilidad migratoria mínima. Conforme a su tendencia estadística, el flujo mexicano creció de 10 mil “encuentros” mensuales, al finalizar 2017, hasta alcanzar más de 70 mil al final de 2023 y en enero de 2024. En breve plazo, a partir de junio de 2020, México se convirtió en la nacionalidad con mayor número de arribos a la frontera sur de Estados Unidos.

Los casos de Venezuela, Cuba y Nicaragua ocupan un lugar central en las movilidades regionales poscovid. Hasta el año 2020 y anteriores sus poblaciones tenían cifras apenas visibles en los arribos a la frontera de Estados Unidos. En contraste, los datos de los años 2021 a 2023 reflejan un crecimiento impresionante. Partiendo de cifras cercanas a cero durante años previos, entre enero de 2021 y enero de 2024 los “encuentros” de venezolanos ascendieron a 645 mil; de cubanos el registro fue de 461 mil y de nicaragüenses, 333 mil. 

Considerando las dimensiones y velocidad de estas movilidades, la coyuntura poscovid fue devastadora para los tres países anteriores, sin duda potenciada por regímenes políticos cargados de autoritarismo e intolerancia y, por lo mismo, con prácticamente nula resiliencia social e institucional. Paralelamente otros países que también experimentaron fuertes disrupciones sociales y económicas convertidas en migración y refugio fueron Colombia, con 344 mil “encuentros”; Ecuador, con 277 mil; Haití, con 208 mil, y Perú, con 145 mil.

En números absolutos, pese a las anteriores cifras, la movilidad mexicana poscovid domina por completo el panorama con montos muy superiores. Durante el mismo periodo, entre enero de 2021 a enero de 2024, el número de “encuentros” en la frontera de Estados Unidos con personas mexicanas ascendió a 2.3 millones. Esta movilidad retrata claramente los profundos desbalances sociales y regionales intensificados por la pandemia. 

Es importante agregar que en México un factor decisivo del deterioro social ha sido el crimen organizado y la ausencia de Estado de derecho en muchas regiones. La consecuencia son desplazamientos forzados de escala enorme, particularmente de familias que solicitan asilo en Estados Unidos: son nuestros refugiados. A partir del año 2022 la movilidad mexicana en grupo familiar ha crecido desmesuradamente, superando por primera vez la movilidad de adultos solos como era tradicional antes de 2020. En diciembre de 2023, por ejemplo, en grupo familiar arribaron 37 mil personas a la frontera sur del país vecino; en contraste, los adultos solos fueron 28 mil.

En conjunto, el panorama regional muestra el potente reacomodo de la migración y refugio desde Estados Unidos hasta América del Sur; sin duda, destacando México como sociedad particularmente afectada. La pandemia catapultó un reacomodo de dimensiones, orígenes, condiciones y composición social de las movilidades humanas. La información sobre los países aquí referidos no corresponde al total de nacionalidades que arriban a la frontera sur de Estados Unidos, pero sí explican 90 por ciento. Las otras movilidades que tienen diferente procedencia seguramente también han sido intensificadas por la catálisis pospandemia. Las sincronías no son mera coincidencia.

*Profesor del PUED / UNAM

Excomisionado del INM

Con información de proceso.com.mx

Por: Redacción2
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