La tragedia profunda: Nos gobierna el desprecio, la inhumanidad, la farsa

Las escenas quedarán en la memoria. “Tengo fe en hallar a mi familia”, dice una anciana. Otras personas ya la perdieron. Los cuerpos aparecen sepultados entre escombros o en el mar. 

Un cuarto de millón de viviendas afectadas. Otis desnudó la tragedia profunda que vive México: nos gobierna el desprecio, la inhumanidad, la farsa.

Otis fue, y sigue siendo, una prueba múltiple. La primera, que la mortal sorpresa pudo haber sido mitigada con prevención. Es cierto, el meteoro creció de manera vertiginosa. Pero, aun así, no salen las cuentas. Desde Estados Unidos los avisos a las autoridades sobre la gravedad de Otis llegaron veintiún horas antes. Pamela Cerdeira realizó una excelente y dolorosa entrevista con el director del Centro de Huracanes, Michael Brennan. Si hubo tiempo para iniciar el desalojo, para alertar a la población, para activar el plan DN III, para que los gobiernos municipal, estatal y federal, coordinaran algo. Las carreteras y aeropuertos, estaban abiertos. Cero acciones, alguien debe ser responsable.

Y si la responsabilidad es la segunda prueba, qué decir del silencio presidencial en sus largas conferencias, esas que pudo haber aprovechado para alertar. Es tal la vanidad y el desprecio, como fue con la pandemia, que pensaron en guardar silencio como su mejor estrategia. Para él México es sólo eso: poder. La vida les importa un bledo. Tiempo para hablar de su calificación internacional, hubo y de sobra. Por un lado la tragedia, las familias destrozadas, por el otro un ego patológico: que se hable de mí y sólo de mí.

Otra prueba, la honestidad. En la reunión diaria dedicada a seguridad, por lo visto, no se enteraron de la fuerza destructiva. Un día después, ni siquiera sabían que la vía terrestre estaba interrumpida y entonces, armados de valentía, tomaron los vehículos y, casualmente, quedaron varados a unos cuantos metros de dónde se encontraba la prensa. O de verdad son unos ineptos sin precedente, o quizá, hay un nuevo “Batallón del engaño” encabezado por el General Edecán que extiende la mano al Supremo en el absurdo recorrido, en lugar de apersonarse en la tragedia. Traen la deshonestidad en la médula. Claro que sabían de la carretera, ya era público. Claro que hubieran podido intentar algo más, pero querían continuar con el sketch. El todopoderoso llega en la noche y ¡oh sorpresa! amanece para su mañanera. ¿Cómo se regresó? El paleteo de los helicópteros está grabado en la lista de ofensas nacionales. Piensan que los mexicanos somos imbéciles.

En octubre de 1997, a Ernesto Zedillo, el “frío tecnócrata”, le tocó encarar a “Paulina”, otro fenómeno altamente destructivo. Viajaba a Alemania, decidió regresar. Voló directamente a Acapulco. Pidió a varios miembros de su gabinete amanecer allí para empezar a tomar decisiones. Zedillo se instaló allí varias semanas. Formó un grupo de servidores públicos para coordinar la ayuda y reconstrucción en Guerrero y Oaxaca. Siguió regresando durante meses. No buscaba votos, él sí tenía emoción de servicio.

Y llega la peor prueba: mostrar el contenido de esa víscera a la que Goethe llamó romántica y a la que le hemos asignado la función de medir la bondad o la mezquindad: el corazón. Así, mientras Xóchitl Gálvez lanza un mensaje de unión, de fraternidad, de empatía y propone acciones concretas, el jefe de estado recuerda, una vez más, su lista de odios, los concretos contra Enrique y León Krauze, quien produjo un doloroso material sobre un poblado muy cercano a Acapulco. En sus palabras hay un dejo antisemita: les gusta el dinero. Y después, de nuevo, la infinita cantaleta de sus odios abstractos: los conservadores, los mezquinos, los medios abusivos, la conspiración en su contra. Apoltronado en su oficina, con enorme desdén, se olvida que se trataba de hablar de los destrozos de Otis, del sufrimiento, pero él quiere hablar…de él.

Nos gobierna el desprecio, la inhumanidad, la farsa.

Esa tragedia explica muchas otras.


Federico Reyes Heroles

Por: Redacción2
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